domingo, 27 de noviembre de 2016

INMORTAL




Te rescataría del fondo oscuro marino

de la colcha de cama

cuando tuvieras fiebre.

Y el mundo se detendría

en los cientos de aromas a puchero

mezclando los recuerdos para resumirlos en uno,

como el mandamiento del amor.



La belleza residiría en la piel sin maquillaje

y la inocencia resurgiría

tras las capas de sueño.



Uno a uno los desvelos

deshojarían las arrugas del miedo

en la paz de los fogones

y el hogar

permanecería eterno

en el calor del presente.



Permanecería secuestrada en las horas perdidas,

sin descanso ni playa,

tal vez hasta las diez.

En la disciplina aplazada,

en los peldaños pendientes

de mi propia liberación.



Bajaría la guardia y de nuevo

el celador derribaría los muros

endebles.



Atrapada,

al renovar los votos de la vida

aceptaría la imperfección de la inmortalidad



miércoles, 12 de octubre de 2016

La patria del tiempo

Me acabo de comer el primer boniato del año, recién salido del horno, humeante, caramelizado, tal vez no tan dulce como había esperado. Llueve y en el plástico que cubre infructuoso la ropa que no debí haber lavado hoy, se forman burbujas que me hipnotizan. Una flor de jazmín que se opone al final del verano, como tantas veces hago yo, resiste insultante sin dejar de echar brotes. Huele a años setenta, tal vez porque he cogido con gusto la rebeca de lana gorda inspirada en la infancia y porque en la tele dan una película de la época, y recuerdo el papel pintado de las paredes y esos cuellos de las camisas. También por ser fiesta nacional, algo que me parece antiguo, como antiguo el odio, la raza, la invasión. Pero una extraña felicidad que a veces me embriaga por sorpresa cuando la melancolía no protagoniza un día como hoy, me hace pensar cosas infantiles como que los dictadores en general, para ser tan amantes de la pureza, suelen ser bastante feos, o es que ser tan malos los convierte en mostruos. Son cosas que no se si pueden decirse, son cosas que pensaría un niño. Una niña de los setenta, aunque yo los visité solo ocho días antes de la muerte de Elvis. Los días antiguos como hoy escucho música antigua y me atrae el jolgorio de la justicia sin patria, más me atrae sentir que no hay más patria que el tiempo y que este, en verdad, ni tan solo es como imaginamos.


https://www.youtube.com/watch?v=9j1jumnQeSw

sábado, 1 de octubre de 2016

Hubo



Hubo un minuto en el que pensé en el silencio, y me sentí preparada para afrontar cada ilusoria tempestad del día. Solo sabía hacerlo así, en las inmediatas veinticuatro horas, doce de las cuales eran más sencillas; en ellas me veía afectada por tan solo un tumulto interno que aceleraba el corazón agitado. En verdad, eran muchas menos; mientras dormía, la agitación se pacificaba, incluso cuando aparecían aquellos sueños inoportunos que, no obstante, cumplían una función.

Había un silencio en cada persona, que hablaba más del sentido de la existencia que todas las letras pronunciadas, y lo decía alguien que amaba las palabras, tal vez más las escritas, porque conocían el exterior tras haber atravesado el túnel de una gestación, más o menos prolongada, más o menos silenciosa, dando a luz una promesa.

Hubo un minuto en que deseó que el mundo callara, para escuchar una respuesta. El silencio formaba parte de la composición poética, musical, amorosa, bélica.

Solo quería aprender a hacerlo así, en las inmediatas veinticuatro horas, no dejarse llevar por el ruido, las opiniones sesgadas, las modas víricas, las corrientes de pensamiento. Solo quería saber si el silencio tenía algo que decir.



https://www.youtube.com/watch?v=YFD2PPAqNbw

martes, 30 de agosto de 2016

Agosto, volveré a por ti


Tenía que escribirlo antes de que acabe agosto, para cerrar el círculo, para que las palabras se asienten en el último día, se hagan un hueco en el mullido asiento de la tregua. Ya, ya se, el calor, sí, los mosquitos. Tal vez sea porque nací en agosto y lo primero que respiré al conocer el mundo fue sol; sol a raudales, desnudez y despreocupación, que adoro el calor. Ser una india desde el primer momento, sin patucos, descalza y a la playa. Y ahora, de nuevo se escapó el mes dorado. Trabajar menos para trabajar todos, dice la utopía. Yo quiero peinar elefantes y tostar mis poemas en el barro.

En julio recorrí la ciudad y en agosto una oda a la infancia me devolvió la sal en la piel, el calor compartido, el roce de la ternura bajo el agua fresca. A las personas hipersensibles les cuesta bastante el cambio de estación y el mundo postindustrial no está hecho para ñoñerías. Hay que ser duro, como los gobiernos asesinos, cruel, valiente, fuerte, competitivo. Hay que escalar hacia el triunfo.

Agosto era casa, como en los juegos, eras intocable, stop, mantequilla, a que no me pillas cara de papilla (septiembre). Pero luego llega el síndrome, que es lo que toca; en la vida postmoderna cada cosa tiene un nombre clínico aunque sea mentira. Agosto es la mansedumbre y el descanso del miedo, algo digno de perpetuar.

Por algo será que nadie le escribe al final del invierno. Pero Pancho se queda solo en el pueblo, y el verano azul abandona las plazas. Lo de Chanquete ya es casi macabro.

Tal vez esto sea una oda a la infancia, pero ¿qué es agosto, sino un niño? y cierto es que son bellas todas las estaciones pero ¿quién no ha querido beber el elixir de la eterna inocencia?

Siempre podrás seguir buscando en las estrellas el horizonte imaginado de la vida que deseas. Odio las despedidas. Suerte que mi amor no es de verano y traduce aventuras en cada rayo de sol. Agosto, que derramas tu última gota, volveré a por ti.

jueves, 4 de agosto de 2016

Agosto, pies descalzos

Agosto era pies descalzos y el ruido de cacharros en la cocina al caer la tarde, única hora en que se aguantaba el bochorno.
Piscina y toalla reconfortante tras bañarse hasta tener los labios lilas y ser viejo por los dedos.
Dormir en la hora en que las moscas invadían el patio o leer tebeos que perpetuaran el status quo de la edad en que la guerra era un concepto lejano.

Agosto continuó siendo pies descalzos durante un tiempo largo para ser sustituido por arena en las sandalias y tras unos años regresar. Sentir tierra y sudor y que dormir a cualquier hora no sea perder el tiempo. Darle la mano a Aión y que detenga las noticias de muerte.

Agosto pelo enmarañado para darle una tregua al miedo.

Piel con piel, eternizar la carne y la retina que retiene los destellos del Significado.
El mundo, no obstante, no duerme este sueño y al amparo de un muro calado alguien sonríe desde una fotografía porque hay que olvidar, a veces, para estar sano.
La muerte suena extraña en el televisor entre granos de arroz en el mantel y uno tiene la extrañeza de sentirse ajeno, de querer guarecerse en un enredo de pies de siesta al amparo de una ventana semiabierta.
Permanecer en la cueva de irrealidad, en el no-estar tan necesario. Y desear que en la tele, en lugar de bombas, suene de fondo la melodía de Verano Azul.