jueves, 16 de octubre de 2014

La mano en la caja


Les han robado los ahorros de toda una vida, las pesetas, como ellos les llaman. Como en el inconsciente le resuenan a cualquiera, nadie sabe lo que es un euro, salvo el hecho simbólico en el que se transformó el todo a cien, el baremo de referencia de la mitad de la población. Y Europa. Europa era París, y aquel viaje de novios de hace tantos infinitos años, por ser afortunados y haber tenido un familiar lejano que les alojó por unos días. El tiempo pasa deprisa, pero cincuenta años son muchos. Décadas de amor y trabajo, sacrificio y sueños concentrados en una pensión para el futuro. Qué lejos la maleta de cartón, el tren de los inmigrantes, la boda y el restaurante pagado con esfuerzo. Los hijos y las penurias. Qué antiguo el blanco y negro. Y sin embargo, nunca lo han olvidado. Les han robado todo, los hombres de las corbatas, los ladrones consentidos, en los que la justicia no aplica ley; en cambio, a él nunca se le habría ocurrido meter la mano en la caja de la fábrica. No vienen del pasado porque ellos alimentan a los hijos del futuro, sin trabajo, sin casa. El tren y la maleta de cartón vuelven a su memoria, y se preguntan, donde quedaron todos aquellos sueños, si en el sesenta y cinco ya estaban en el punto de mira, cuando el sudor de su trabajo iba a servir para el lucro de los poderosos, impunes. Cómo duelen cincuenta años de traición. Sinvergüenzas les llama su mujer.