jueves, 4 de agosto de 2016

Agosto, pies descalzos

Agosto era pies descalzos y el ruido de cacharros en la cocina al caer la tarde, única hora en que se aguantaba el bochorno.
Piscina y toalla reconfortante tras bañarse hasta tener los labios lilas y ser viejo por los dedos.
Dormir en la hora en que las moscas invadían el patio o leer tebeos que perpetuaran el status quo de la edad en que la guerra era un concepto lejano.

Agosto continuó siendo pies descalzos durante un tiempo largo para ser sustituido por arena en las sandalias y tras unos años regresar. Sentir tierra y sudor y que dormir a cualquier hora no sea perder el tiempo. Darle la mano a Aión y que detenga las noticias de muerte.

Agosto pelo enmarañado para darle una tregua al miedo.

Piel con piel, eternizar la carne y la retina que retiene los destellos del Significado.
El mundo, no obstante, no duerme este sueño y al amparo de un muro calado alguien sonríe desde una fotografía porque hay que olvidar, a veces, para estar sano.
La muerte suena extraña en el televisor entre granos de arroz en el mantel y uno tiene la extrañeza de sentirse ajeno, de querer guarecerse en un enredo de pies de siesta al amparo de una ventana semiabierta.
Permanecer en la cueva de irrealidad, en el no-estar tan necesario. Y desear que en la tele, en lugar de bombas, suene de fondo la melodía de Verano Azul.

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