sábado, 1 de febrero de 2014

Ríes



Tu voz resuena en algún lugar a mi espalda, y, como tantas otras veces, de forma inexplicable, detiene el tiempo.

Hablas por teléfono. Me pregunto si los demás se dan cuenta de lo sexy que es tu risa. Es un solo de tambor, que acompasa sus otros latidos sintonizando conmigo en un lugar que no ubico, alternando mi corazón y mi sexo. Como el eco de una gota cayendo en una caverna. Honda. Penetra en mí.

He dejado mis tareas para situarme cómodamente a escucharte. Temo que creas que vigilo tu conversación, que un arrebato curioso me ha situado expectante en el sillón, a hacer ver que busco algo entre el montón de revistas.

Pero me sonríes y respiro aliviada.

Cierro los ojos para reconocer cada matiz. Un jolgorio infantil que me alborota en cualquier sitio, cien niños riendo una travesura. Otras veces, una risa honda de hombre barbudo me haría imaginarte en una taberna entre jarras de cerveza e instrumentos de viento.
A veces tintineos de coquetería me asustan brevemente.

Pero entre todos, uno, la risa involuntaria tras el gemir ronco. Fuerte y desprotegido al mismo tiempo, suenas como violento y asustado. Tanto como la breve carcajada que te sorprende a ti mismo regresando para besar mi rostro y reír, los dos, al unísono.

Cuelgas el teléfono y te ríes al creer que me he dormido.