domingo, 4 de febrero de 2018

Casa refractaria


El vestíbulo es la entrada árida
a la oquedad oscura
donde soñamos principios
y nos soltamos las manos
para hallar placer en el miedo
como el ansioso que practica el onanismo.

En el largo pasillo viajamos en el tiempo
y humedades antiguas mojan nuestros rostros.
Atrás quedó la urgencia en los hoteles
y cosquillear tu sexo en un rincón de la calle.
Palpamos con la mirada las probabilidades cuánticas
que tomará el deseo.

Hay un cierto alivio
en el salón desierto
y un mueble destartalado nos aterra.
Son las heridas de otro tiempo en otros cuerpos.
Y nos abrazamos asustados de nosotros mismos
consolando el yo en el yo del otro.

Giramos los rostros hacia el resto de la casa,
la excitación vuelve a encumbrar la mente.
En la cocina guisaremos
empotrando hortalizas
contra la encimera
y tal vez me atreva a probar tu guiso
suave,
tierno,
duro,
entre los sonidos a cacharros del patio de luces
y las gotas de agua repiqueteando en tu espalda.

Las camas reposan mudas
y un rubor en las mejillas
me lleva al silencioso baño,
trinchera previa al orgasmo.
El eco de nuestros pensamientos
rebota en las paredes
y, por fin, nos besamos con las lenguas.
Dos desconocidos
en las posibilidades de las horas.

Ya los tabiques sudan,
gimen las puertas.




No hay comentarios:

Publicar un comentario