martes, 8 de julio de 2014

Jonás y el humo de la postergación

Apoyado sobre su vieja mesa de trabajo sucedía los cigarros en su boca como si al aspirar el humo pudiera saborear sus propias promesas incumplidas.
El sudor que no procedía del amor ni del trabajo, el sueño no dormido, el despertar no consumado.
Miraba el reloj de pared y en él contemplaba las necesidades creadas que tanto le habían despistado, así como otros tantos valores en alza del mundo moderno.

Divagó largamente por un arduo camino deletreando sus errores.

Tramaba la estrategia de escribirse a sí mismo desde el futuro, o, quizás invertir el proceso, pronunciar desde el presente las instrucciones hacia alguien que quisiera ser, o tal vez era, tras el maldito influjo de Jonás.

Soñaba sentir que todo lo que anhelaba podía pertenecerle, las notas que un día dejó para más tarde, al igual que se amontonaban los libros en varios lugares estratégicos.

Trataba de salvar esas líneas sin remitente y sin conocer el destino. Luchaba por hallar una poción lingüística, un pensamiento no erróneo, para ese día, quizás para siempre.
Quería ser esa escena, y la recreaba bajo el manto de sus fantasmas.

A pesar del tiempo, y a pesar del humo, continuaba.

Unas palabras recién escuchadas rondaban su cabeza. Haz lo que amas o jamás dejará de perseguirte.


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