miércoles, 27 de junio de 2012

Sueños empeñados

Creo que el loco está más cerca del revolucionario que el cuerdo, en ese delicado continuum que conforma la locura. Corren tiempos en que, para mi, hasta sería lícito dudar de si el ingreso alberga una intención más allá de la segregación social. Otra vez.

Pero hoy me refiero al loco artista, al extravagante, al soñador, incluso al paranoico que teme al compañero tanto como al opresor, porque el miedo es personal e intransferible, aunque también, y en gran medida, guiado, culturalmente uniformado, e inconscientemente transmitido de generación en generación, que hasta en el psicoanálisis puedes encontrar algunos sueños típicos.
Los cuerdos también viven al margen del capitalismo y eso los convierte en locos en medio de la obediencia establecida.

Entonces, ¿qué define la locura? ¿En qué otro mundo paralelo el loco sería normal? Porque yo creo que hay un sitio para cada uno siempre y cuando el sitio no te lo estén definiendo los otros. ¿Acaso eres capaz de discernir quién ha levantado los muros tras los que te ocultas?

Pobre del loco que nada en las aguas de un mundo interior demasiado revuelto. El proceso de expulsión de lo viejo es largo y largo el tiempo de arar para que entre lo nuevo. Ninguna nueva historia puede penetrar en unos esquemas rígidos.
Cuando las ideas que en su día fueron incipientes se quedaron sin alimento porque el Estado te abandonó, sí, te regó de ideas que hoy ya no tienen lugar en el mismo regazo que hoy te deja huérfano.

Después, claro está, sigue el miedo, no tanto hacia los locos sino hacia los cuerdos. Cuerdos con cresta, locos con rastas, cuerdos con rasta y corbata, chavales con mochila y niñas bien vestidas, madres, padres.
Pero ¿de qué locos hablamos? Radicales, criterio diagnóstico de gobiernos traidores. Difícil, ¿verdad?

Personalmente prefiero la locura de la plaza, la diferencia. Siempre hay tiempo para las ensoñaciones diurnas, el aislamiento momentáneo, porque en la libertad caben todos esos pequeños mundos. Hasta la desconfianza que se desmonta en asamblea.
Donde no caben tus sueños, los tuyos, los más profundos, secretos y de los que a veces te avergonzarías, es en un estado de altos muros que te ha implantado la imagen que te va a abandonar en la más absoluta desprotección.

Sueña, loco, sueña, componiendo melodías, rasgando cuerdas, deslizando una pluma, danzando bajo los focos, pero no confundas al enemigo.
Es lo que marcará la diferencia en que tu locura sea agria entre muros grises o dura de legitimar pero, eso sí, del brazo de los que sí están contigo.

Acabo este texto y mi padre llega con una preciosa edición del Quijote que ha comprado de segunda mano en un Cash Converters. Vuelve la venta de oro. Y hasta los sueños se empeñan.

Pase lo que pase y aunque al final optases por mirar hacia otro lado, date cuenta de si tu locura es tuya o de si te la han prestado.



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