domingo, 8 de mayo de 2016

Última fotografía de invierno

Decidimos la irrealidad de los domingos, la bruma que ocultaba las chimeneas, el humo y las fábricas, el trabajo de algunos. El sol, en sus días, también obraba el mismo efecto. 

Acordamos una tregua para las tristezas y esa misma quietud operaba una suerte de melancolía insoportable. El jolgorio era el de un pájaro disecado y la siesta el silencio que evidenciaba el misterio de la vida. 

Contemplar las vías era como viajar, el solo anhelo era el deseo cumplido. Pero la niebla ocultaba las chimeneas y de algún modo al no ser visibles, habían desaparecido. Lo que veíamos era lo que existía, aunque el destino de las vías, a pesar de estar lejos, vivía en la retina. 

No queríamos que desapareciera el horizonte, ni el perfil característico de la ciudad, y allí estábamos, contemplando un domingo cómo todo era tan estático que parecía revelarnos un secreto.

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